martes, 12 de junio de 2012

¿ Quien eres ?

                                            






Es una voz suave, aterciopelada, sencilla y frágil, y tampoco sabría distinguir de quien,  ni de donde procede. 

Me encuentro en un momento de la noche de un viernes cualquiera en que realmente nunca he sabido si ya es de día o aún es de noche. 

Es el momento en que los relojes se paran indefinidamente, y me dan una tregua, pero el tiempo sigue, él no cesa.

El viento, que gritaba hasta hace unas horas por el barranco hondo, ha cerrado sus ojos, y cansado de romper los silencios de la noche y de molestarme, reposa ya no tan bravo sobre una almohada de tabaibas y bejeques casi en flor. 

Andreu !!, 

pronuncia la voz, sin ningún tipo de acento ni parecido con nadie. Nunca nadie había pronunciado ese nombre, mi nombre, tan claro y perfecto, si es que hay perfección a la hora de pronunciar algo.

Ni mi madre, que tampoco era perfecta, pronunció jamás así ese  nombre propio.

Suena una segunda vez, ni más alto, ni mas claro,

Andreu !!, 

esta segunda vez la llamada hizo que hasta se parara de mover la bola de veneno que suele lametear el ratón que me visita a diario sobre el techo de madera de la Taverna, y que viene, juega y mas tarde se vá.

El viejo gato, King, a mis pies y con la cabeza entre las patas, duerme con los ojos de color ámbar abiertos, y al momento el libro que estaba leyendo casi a regañadientes de Jonas Jonnason, se me resbala de entre las manos y cae sobre los "Escritos especiales" de Simone Weil.

Mis oídos tratan de afinarse casi sin hacer ningún esfuerzo, y mis pequeñas orejas se plantan como si de un felino mas se trataran.

¿Quien me llama?

pienso en voz alta, pero sin contestarme nadie.

Sólo tres luces alumbran la Taverna, como siempre. Dos de ellas situadas a la izquierda y a la derecha de mi sillón, para leer con la mejor luz posible. La otra más allá, alumbra un rincón del salón que de momento no sirve a nadie, pero lo suficiente para deslumbrar a las personas y personajes que me acompañan en la soledad y en mi silencio que necesito para mí.

Obama, G. Washington, y Jimy Hendrix, se miran los tres y también se les nota perplejos. 

El estruendo que ocasiona el terremoto al levantarme del viejo sillón de piel de ternera, el cual se encuentra tatuado por la hendidura de todo mi cuerpo, ayuda a caerse sobre la alfombra unos papeles dedicados a la "Ilustración y masonería en el clero liberal canario del Siglo XIX", y que a modo de apuntes tenía sobre mis piernas casi a ellas pegados.

Hacía ya como una hora que el Boss Springsteen acababa de cantar "Racing in the Street", y de los altavoces de mi nuevo tocadiscos, solamente llegaba a mi sistema auditivo esa especie de seseo que sirve para que vayas y cambies de disco, y agregues otro de los cinco o seis que tenía previstos escuchar.

Ya tocaba el momento jazz, y los discos de B.B. King, Ella, y Charlie Parker, aguardaban en la pista de despegue musical. Esta noche había dejado de lado a la desafortunada Billie Holiday, raro en mí.

De pié, en el centro geométrico de la Taverna, un estruendoso chasquido proveniente de mis dedos al roce feroz de la piedra contra la rueda de encendido del Bic, una llamarada se acerca sobre la cazuela de mi pipa, y al sorber en varias ocasiones seguidas, hace que a traves de mis labios salga una bocanada de humo con sabor a vainilla.

Entre un silencio pastoso, mi mirada gira los trescientos sesenta grados del círculo siguiendo la dirrección de las agujas del reloj, a modo de búsqueda, aunque sin saber lo que busco, ni lo que voy a encontrar. Algo igual a todas las busquedas del resto de los mortales.

Andreu !  Andreu !

Dos veces seguidas, empieza a hacerme pensar que se trata de algo serio.

¿Quien eres? 

contesto casi tartamudeando, siendo lo único que se me ocurre contestar ya definitivamente.

Desnudo de ideas y de pensamientos, no se me ocurre hacia donde mirar.

Mi hija, reposaba tres alturas mas arriba del hogar, de una cansada semana de trabajo sobre una cama de Ikea, pero de buen colchón.

Mi mujer, supongo, con Morfeo en la casa de su madre desde  ya varias horas, afición que ha cogido últimamente muy en serio,  y cumple a rajatabla. Y yo desnudo cerebralmente como la mía me trajo al mundo, buscando a quien pronuncia mi nombre de pila, ya en cuatro ocasiones.

La visual circular, en la que yo como centro de la circunferencia había quedado inmóvil, me había permitido repasar quien me acompañaba. Entre escuadras y compases, y alguna copia de carta patente, observo la mismísima posición, la de siempre, la de Miles Davis, la de Ernesto Guevara, casi toda la familia Fos-Burguera, y a Eric Clapton. Todos en su sitio.

Amadeo, Juan Sebastián y el mismo Joan Fuster, también en su sitio, y la alegría de mi sobrina Aitana que es la última  de mi circular visual,  sigue pegadita a J.F. Kenedy. 

San Andrés y unos hermanos masones, tampoco se han movido. Éstos siguen sonriendo un dia de fiesta, y el primero sigue crucificado en el símbolo del empate.

Hacía unas horas, antes de comenzar mi lectura del viernes, había visto en youtube un reportaje de los Hells Angels, grupo de moteros bestias que hacen de todo. Mi inmediata reacción hace que me pregunte si la llamada viene de algún ángel, pero no de los "Hells".

Hasta el viejo reloj de arena había dejado de funcionar, cosa fácil. Y la arena recogida con Héctor en Omaha Beach, seguía en la botella de cristal de forma piramidal, y que a mi vista suele estar a modo de recuerdo de tan inolvidables dias por Normandía.

Pero, una vez más, ...

Andreu !!

con toda la sencillez y naturalidad se repite, pero ahora seguido de una nueva pregunta, ...

¿Qué está pasando?

Sólo y definitivamente mi estúpida y cansada mirada se centra en un folleto, que sujeto a un diploma de Venerable Maestro, enmarcado como si de un premio se tratara, hace que mis ojos entreabiertos se transformen en dos aunténticas redondeces de color verde.

Dios mío, ¡es la niña sin nombre! 

es lo único que exclamo con una voz ronca pero sonora a la vez, y que arrancan un par de ladridos de Blanc, el perro que dormía afuera en el porche del jardín, y a cuyo tiempo se cierran los de color ámbar del viejo gato sobre la alfombra.

Se me ocurre, tal vez por el miedo al silencio, a la soledad, a la oscuridad, y a no se cuantas cosas mas, acercarme al tocadiscos y ordenarle con mando, que suene "Thunder Road", y así darle trabajo al Boss.

Nada mas escuchar las primeras estrofas, con el recital de la poesía del Sprigsteen, me dirijo a ciento ochenta grados hacia la niña sin nombre y de color negro de un folleto de médicos, que al parecer no creen en las fronteras.

Al título de "Desnutrición Infantil" en el folleto, unas manos de enfermero o médico, o no, miden el diámetro del brazo de la niña sin nombre. Realmente lo que están midiendo es uno de los huesos y la rancia piel de la niña, que sin nombre habrá muerto ya, y por eso tal vez me llama.  O sencillamente nos llama a todos, o a nadie.

Pero, ... ¿quién es NADIE?

Escasos nueve centímetros de diámetro son francamente muy pocos para un brazo de una niña, que además de sin nombre, podría no tener mas de seis añitos. Añitos sí, añitos cortos y pequeñitos, que pasan mas lentamente que los de mi gato.

Una mirada angustiada que sólo sirve para recordarme que mensualmente entregue diez putos euros para la causa.

Pero ¿qué causa? si yo casi que sin querer le doy mas del doble de esa cantidad al "gorrilla" aparcacoches todos los meses para desprenderme de unos hierros que me llevan hasta otros llamados tranvía, y que me acompañan hasta la puerta del banco.

De repente recuerdo el premio "Pulitzer",  aquel en el que un buitre espera el definitivo desfallecimiento de una niña que como ésta, acabará sin historia, sin esperanza, sin alimento, sin ver. Sin nada. Acabará molestando porque ya no hay agujero en la tierra de África donde enterrar niños como la del folleto.

Dicen que al rascar en la no tan bendita tierra de ese continente, se tropieza con otros huesos de niños que como ésta, sólo hace horas que murieron. Sin hablar, sin reir, sin dormir. Sin comer. Mueren sin morir.

¿Qué está pasando?

La niña sin nombre y yo decidimos mirarnos, y ella sentada en la alfombra, teme a que despierte el gato, cree que es una fiera, y lo es, que le recuerda como otra parecida masticó las piernas de sus hermanos, aquellos que no podían cargar con un fusil ametrallador, porque no tenían fuerza.

¡Andreu!

Dice la niña sentada en mi vieja alfombra, enterrando sus dedos entre el pelaje de tan preciado textil para mí. Yo de pié, inmovil con la mirada baja, sin querer dirigirla hacia ella. Mis ojos a las seis en punto de los de ella. Y sigue, 

¿Qué es interés?

¿Qué es el F.M.I.?

¿Qué es el petroleo?

¿Qué es el SIDA?

¿Qué es luz?

¿Qué es África?

¡Andreu!

Sigue, de pié y respetando mi postura, cuya mirada hacia un millar de libros en sus estanterías, miro hacia todos y hacia ninguno en concreto,...

¿Qué es la libertad?

¿Qué es música?

¿Qué es democracia?

¿Qué es dinero?

¿Qué es ser humano?

Ella se va entonando, va cogiendo una cierta y lúgubre confianza hacia mí. Yo, estúpido respecto de nadie, me quedo observando uno de los lomos de un tomo de "Diálogos de Platón", sigo observado los lomos de los tomos de Aristóteles, Ética, Metafísica, y Retórica.

Definitivamente mis ojos van a fijarse sobre el Volumen de la Ley Sagrada, y justo en ese momento, escucho:

¡Andreu!

¿Qué es Dios?

Yo ya estoy llorando amargamente, me giro los otros ciento ochenta grados, le miro a los ojos, ahora abiertos de par en par, y le contesto:

Aún no lo sé.

Ella se difumina, y las luces de la Taverna se apagan lentamente. La niña desaparece de mi vista, no sé, no la veo, la busco, pero no la encuentro.

Sólo se me ocurre gritar de tal forma desgarradora y hacia el vacio de mi templo, de mi yo. Hacia la nada, ...

Dímelo tú !

Tú lo sabes! 

SILENCIO

Buenos días Mundo.

Andreu.